La dislexia, según la definición aprobada unánimemente por la totalidad de la comunidad científica, es un trastorno neurobiológico del lenguaje de orígen genético, y se manifesta por una incapacidad más o menos importante que tiene que ver con el aprendizaje de la lectura y de la escritura, y ésto a pesar de una inteligencia y una percepción auditiva y visual normales, un entorno social favorable, y una ausencia de trastornos psicoafectivos importantes. Afecta directamente entre un 5% y un 10% de la población. Para Tomatis, la dislexia no puede resumirse a un trastorno sencillo de la lectura. La dislexia es un síndrome, es decir una totalidad de signos clínicos que pertenecen a una misma entidad clínica. En efecto, se sabe que los niños disléxicos sufren frecuentemente también de trastornos de lenguaje oral, de disortografía, pero igualmente , y a grados varios, de una totalidad de alteraciones motoras: trastornos del equilibrio, de la coordinación, dispraxia, disgrafía, así como dificultades para poder organizarse en un plano temporal. Por otra parte, se pueden observar también perturbaciones que tienen que ver con el cálculo y las capacidades de razonamiento aritmético. Así, la dislexia se presenta como un desorden sensorimotor que se debe tratar globalmente. Este tratamiento particular, se debe poner directamente en relación con la concepción específica de Tomatis, acerca del funcionamiento del oído, este último siendo considerado como un órgano a la vez sensorial y motor, ya que existe una estrecha relación entre el vestíbulo y la cóclea. En función de su desregulación respectiva, pero también del equilibro de funcionamiento más o menos armonioso que existe entre las dos partes del oído, la dislexia presentará aspectos distintos. Los trastornos motores pueden manifestarse con fuerza, o al contrario, pueden ser discretos. Según la relación fundamental que existe entre el oído y la voz, relación que constituye una de las piedras angulares del sistema Tomatis, el factor crucial determinando de la dislexia es el de una falta de la conciencia articulatoria de los sonidos de la lengua, arrastrando un trastorno de la memoria verbal a corto plazo y una falta de conciencia fonológica, condiciones indispensables para la instalación de un aprendizaje normal de la lectura. La falta de conciencia articulatoria tiene su orígen, en una insuficiencia de escucha (y no simplemente de audición) de los sonidos de la lengua, que no podrán entonces ser reproducidos con toda la precisión y la sutileza necesarias. De esta manera, el Método Tomatis concede así una importancia primordial tanto a la vertiente expresiva como a la vertiente receptiva del lenguaje escrito, en el tratamiento de la dislexia.
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